El ciudadano atento
Tres pasos para un hospital
Dr. Luis Muñoz Fernández
Guenter B. Risse (1932) es un historiador médico estadounidense y el autor, entre otros, de Mending Bodies, Saving Souls –Curando cuerpos, salvando almas– (Oxford University Press, 1999), una historia de los hospitales en la que podemos leer lo siguiente:
“La ideología, la visión y las políticas de un hospital son el resultado de factores tanto coincidentes como enfrentados, y de objetivos que cambian según se perciben las necesidades sociales y sanitarias, los contextos políticos y las fluctuaciones económicas”.
Por extraño que pueda parecer, quienes participaron en la planeación y la ejecución del proyecto del Nuevo Hospital Hidalgo se embarcaron en esa aventura movidos primordialmente por un ideal inspirado en la medicina de excelencia científica y humana que habían aprendido en las diversas instituciones de prestigio que los habían convertido en médicos especialistas. Anhelaron reproducir esa valiosa experiencia porque la consideraban un bien que Aguascalientes necesitaba y, sobre todo, que merecía. Lo hicieron, contrarios a la costumbre, sin perseguir el poder médico-político personal o de grupo ni la ganancia económica. Sólo para transformar la realidad y dejar un legado.
En un principio, cada uno lo intentó por sí mismo en la medida de sus posibilidades, dentro del pequeño ámbito de su influencia, es decir, en el interior de los respectivos servicios y departamentos del viejo Hospital donde desarrollaron el trabajo propio de la disciplina que cultivaban.
Pronto se hizo evidente que ese esfuerzo individual y fragmentario era insuficiente. Fue entonces cuando empezaron a soñar en un proyecto donde convergiesen las distintas voluntades tras un objetivo de mayor alcance, una nueva institución que permaneciese en el tiempo más allá de sus carreras personales en el servicio público. Un proyecto así exigía como prerrequisito el que todo el personal compartiese un mismo sentido de pertenencia y orgullo institucional, algo muy difícil de lograr en una comunidad hospitalaria tan heterogénea. De haberlo conseguido, se habría dotado al Hospital de una fortaleza capaz de resistir los vaivenes y veleidades de las administraciones públicas.
La idea central fue crear un hospital público con el nivel médico y científico más avanzado, puesto al servicio de los más necesitados, capaz de formar a las nuevas generaciones de estudiantes de las carreras sanitarias con el máximo rigor científico y un acendrado espíritu humanitario.
Construir una nueva sede fue el primer paso. Importaba, y mucho, el entorno en el que quienes concurren en un hospital (pacientes, médicos, personal de enfermería, de servicios, administrativo, etc.) se encuentran y relacionan. El segundo paso, todavía inconcluso, consistió en preservar y transmitir a todos la idea fundacional, ese impulso que en su momento sacó a los precursores de su zona de confort y los obligó a enfrentar y vencer las muchas trabas que se le pusieron al proyecto. Obstáculos fruto de la incomprensión, la ignorancia, la mezquindad, la envidia y también de la mala fe. Todo lo bueno siempre despierta lo contrario y viceversa. Nada nuevo bajo el sol.
Restaba un último paso: darle al Hospital un marco normativo que lo dotase de la suficiente autonomía para gestionar por sí mismo la obtención de recursos ante instancias estatales, nacionales e internacionales y para definir su rumbo. Tras una labor insistente para convencer a las autoridades de diversos niveles, el Congreso del Estado aprobó una nueva ley. Sin embargo, su novedad y alcances despertó temores y desconfianzas, por lo que, tiempo después, fue derogada para volver al viejo esquema con el manido argumento de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
La idea central del proyecto, ignorada e incomprendida, podría resumirse con estas palabras del doctor Salvador Zubirán, fundador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición: “Esa devota dedicación, esa entrega de voluntades y afanes, ese amable coexistir ha constituido una de las características más relevantes de nuestra casa en el transcurso de los años, y ha dado esencia a lo que hemos llamado la mística, que procuramos mantener invariable”.
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