El ciudadano atento
Cuauhtémoc no murió en vano
Dr. Luis Muñoz Fernández
El anuncio el pasado miércoles 4 de junio de que el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2025 ha sido otorgado al Museo Nacional de Antropología me ha dado una inmensa alegría. Recordemos que este premio se otorga desde 1986 “a aquella persona o personas, o institución cuya labor haya contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los seres humanos, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o a la defensa de la libertad, o que haya abierto nuevos horizontes al conocimiento o se haya destacado, también de manera extraordinaria, en la conservación y protección del patrimonio de la humanidad”.
En el acta del jurado se lee que el Museo Nacional de Antropología es:
“Heredero de una larga tradición en defensa y preservación de una parte esencial del patrimonio antropológico de la humanidad que, al mismo tiempo, expresa las señas de identidad de una gran nación en las que su gente se reconoce”.
Compartí el anuncio con mis compañeros del Seminario de Cultura Mexicana. Les comenté que en julio de 1976, recién llegado a México, mi padre me llevó a conocer el Museo. Regresé pocos años después y pasé todo un día en aquel maravilloso recinto. Habría de volver con mi esposa e hijos. Mi amigo Carlos Reyes Sahagún me compartió el discurso que pronunció Jaime Torres Bodet, secretario de Educación Pública, el 17 de septiembre de 1964, cuando se inauguró Museo. Le lectura del discurso me produjo un asombro enorme porque yo no era plenamente consciente de la gran estatura académica de Torres Bodet y no podía haber anticipado el extraordinario contenido de aquella pieza oratoria que se puede encontrar en internet.
Pensé que la diferencia intelectual entre aquel secretario de educación y el actual es lastimosamente abismal y que el discurso muestra una visión del pasado histórico de México que está a años luz de la que nuestros actuales gobernantes enarbolan para exigir a la Corona Española un perdón que a mí me parece completamente fuera de lugar. Vamos al discurso de Torres Bodet:
“En el día de honrar a los creadores de tantas culturas decapitadas, mencionar a un campeón de España [se refiere al Cid] podría tal vez sorprender a algunos. Aunque no veo por qué razón. Sangre de España corre también por las venas de millones de mexicanos. Es fuerza, en nosotros, el mestizaje. Avanzamos, por la afirmación de lo nacional, hacia la integración de lo universal. Nuestra vocación no se encuentra desfigurada por los prejuicios étnicos o geográficos. América es nuestro ámbito natural; México, la razón de nuestro destino. Pero el escenario de ese destino lo constituye la tierra entera. Y queremos participar con independencia en el progreso común de la humanidad”.
Hacia el final del discurso, Jaime Torres Bodet se refiere a Cuauhtémoc:
“La figura de un hombre, en cuyo semblante es ahora perdón la sonrisa estoica, pero será ejemplo siempre la valentía, vela —invisible— a las puertas de este recinto. Pienso en Cuauhtémoc. Un día de agosto, cuatrocientos cuarenta y tres años antes de éste, vio caer la capital de su heroico imperio. La defendió como raras veces se ha defendido un estilo de vida o una forma de pensamiento: contra el sentido de sus presagios, contra la fuerza de sus leyendas, contra el pronóstico de sus dioses. Los tesoros que no entregó están representados aquí. No consistían únicamente —ahora lo comprendemos— en las piezas de oro que pretendían convertir en monedas sus adversarios. Eran los testimonios de la cultura de sus mayores y de todas las que cubría, con alas tensas y dominantes, el águila de su estirpe”.
En sus memorias (FCE, 2017), Torres Bodet agrega sobre esa ceremonia inaugural:
“La ceremonia que nos reunía lo confirmaba: Cuauhtémoc no murió en vano. Junto a los restos de un mundo prócer, México proseguía, perseverante, atrevido y fiel…”.
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